sábado, 25 de junio de 2016

Beso o atrevimiento



 Hasta ahora he sido un simple espectador en esta prueba de valor y sacrificio. He contemplado divertido cómo mis amigos se han derrumbado ante las decisiones que debían tomar. Me he reído de Mario, mientras paseaba su mirada llena de terror entre la daga y Felisa, que sonreía tras sus gafas de montura negra. ¡Qué difícil que se lo hemos puesto! Ha tenido que recorrer la calle Matacabras con los pantalones bajados y cacareando. A Migue no le ha ido mejor: le hemos hecho embadurnarse enterito de harina. Y a Rafa… Con Rafa nos hemos pasado. Sus padres lo tendrán castigado semanas. Está ansioso por vengarse.

Y ahora, en este horrible momento, la punta de plástico de la daga se ha detenido frente a Carla. Debí girar más fuerte el maldito juguete. O más suave. O quedarme en casa jugando al “League of Legends”.

Todos mis amigos han levantado poco a poco sus cabezas y me han mirado sonrientes. Me la tienen guardada. Al fin y al cabo, la mayoría de los “atrevimientos” han sido idea mía. Rafa no puede evitar salivar de gusto.

¿Qué hacer? Podría haberme tocado cualquier otra: Rosa, Felisa, Aurora… Habría sido una decisión facilísima. Pero me ha tenido que tocar Carla.

Carla.

Llevo enamorado de ella desde quinto. Desde aquella vez que nos sentaron juntos (para ver si se me pegaba algo, dijo el de Matemáticas) y descubrí las pequeñas pecas de su nariz y los hoyuelos de su cara al sonreirme. Estaba en lo cierto Don Jacinto: se me había pegado algo.

Nunca le he dicho nada. Ni a mis amigos. Esas cosas no se cuentan. Y ahora tengo la oportunidad y la escusa para besarla. 

Parece un sueño. Pero nada más lejos.

Todos mis amigos han elegido atrevimiento. Se considera más valiente y honorable que besar a una chica. Cualquier jugarreta imaginada por tus colegas es mucho mejor que eso y debe asumirse con resignación. Y, aunque solo imaginarme la maldad que mis amigos tienen prevista me pone los pelos de punta, ese no es el problema.

El problema es yo quiero besarla.

Los instantes de duda están haciendo que mis amigos se miren confusos y que las niñas empiecen a cuchichear. Carla sigue sin decir nada, mirándome con su sonrisa con hoyuelos.

“A la porra todo, yo la beso”, decido.

Me levanto mirándome los pies, como si fuera lo más interesante del mundo. Avanzo lentamente entre risitas y exclamaciones de sorpresa y alarma. Por fin reúno valor y miro a Carla. Dios, que guapa es. Me agacho y ella cierra los ojos. Mi corazón amenaza con salirse y estropear el momento. Yo también cierro los ojos y junto los labios. Quiero que sea perfecto. Quiero que…

Suena “Big Bang Theory”. Carla saca su móvil: “Hola, Mamá. Sí, vale, tiro para casa”. Se levanta, se despide de nosotros y se marcha.

Y me quedo allí sentado, con mis amigos gritándome mientras lucho por hacer que mi corazón vuelva a latir.

2 comentarios:

  1. A eso se jugaba también con una botella de tercio. Qué tiempos aqellos.

    ResponderEliminar
  2. Pues sí. Para mi eran tiempos mejores porque nosotros eramos mejores.

    ResponderEliminar